A propósito de LOS CELOS...
Los celos tienen que ver con la posesividad, con aquello que se siente como personal y privativo, del mismo modo que una persona se relaciona con sus tierras, sus propiedades o su ganado. Pero nadie puede sentirse celoso de su propiedad aunque pueda aplicar en su custodia un cuidado especial.
Se sienten celos de las personas, concretamente de aquellas personas que se percibe que nos pertenecen como el ganado o la tierra y que pueden escapar de nuestra influencia y de nuestro lado para irse con un mejor postor.
Sobre todo se sienten celos de las parejas, unos celos que incluyen lo sexual si se dan entre parejas sexuales y también una forma de celos que tiene que ver con la obligación de compartir con otros los cuidados de una persona muy especial o significativa (celos fraternales).
Dejemos el sustantivo celos para uso exclusivo de los celos sexuales.
La naturaleza psicopatológica de los celos, desde el punto de vista afectivo procede del temor: el temor de perder algo que nos pertenece, mientras que desde el punto de vista cognitivo es más bien una obligada tarea: el afán o inversión de tiempo o recursos que dedicamos para que esto no suceda.
De entrada existe una diferencia entre los celos femeninos y masculinos, el temor del varón es un temor "hacia los cuernos" o hacia la infidelidad de su pareja, mientras que el temor de la mujer es el temor a ser abandonada.
La infidelidad de la mujer es para el varón, un temor atávico que es anterior a la ganancia de la confianza y que está asentado en la incertidumbre de su transmisión genética, mientras que en la mujer que carece por naturaleza de esa duda, su temor procede más bien de la posibilidad de ser desplazada por otra hembra, no tanto por la infidelidad ocasional del marido (que suele ser algo tolerable) sino por la posibilidad de que su pareja acabe por dejarla abandonada